Los antiguos griegos fueron los primeros que consideraron la belleza como un criterio para la valoración de las cosas, cuya contemplación producía un placer espiritual al margen-o además- de la dimensión funcional, representativa o simbólica.
En ese sentido, se les puede calificar de "inventores del arte". Razonaron que la belleza era un ideal basado en la aplicación de principios tales como el orden, la simetría, la regularidad, la correspondencia entre las partes o la proporción.
En Occidente, el llamado "modelo clásico" ha constituido una referencia, más o menos reinterpretada, en muchos momentos de la historia: Renacimiento carolingio, Renacimiento italiano, Neoclasicismo o, incluso, en la época contemporánea. Pero el fin del mundo antiguo, con la extensión del cristianismo durante la Edad Media, trajo consigo unos modelos distintos que, si bien carecieron de un soporte teórico autónomo comparable, terminaron por encarnar otra sensibilidad artística, donde lo expresivo, innato o singular dominaba sobre los sosegado, elaborado o genérico.
La sistematización de las reflexiones teóricas sobre arte (estética) y sobre su evolución formal (historia del arte); y, por otro, sirvió para abordar los contenidos esenciales del arte:la conciencia del artista, tal como se había empezado a reconocer en el Renacimiento, los modos de producción, la difusión, los objetivos, la coservación y el coleccionismo.
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