Esta modalidad de reproducción fue la primera que apareció en el curso de la evolución. La reproducción asexual es muy sencillas y rápida, por lo que la emplean multitud de seres vivos.
Las bacterias son procariotas. Carecen, por tanto, de núcleo, y su material genético forma un solo cromosoma, que es circular. Puesto que no tienen núcleo, no realizan la mitosis, que es propia de los eucariotas. Cundo se dividen, realizan la replicación de su cromosoma, de modo que la bacteria queda con dos cromosomas circulares idénticos; a continuación, cada cromosoma se dirige a un polo de la célula, y, por último, la bacteria divide su citoplasma. Así pues, quedan dos bacterias más pequeñas, cada una de ellas con un cromosoma.
Cundo la célula de un ser unicelular (protozoo, alga u hongo) sufre una mitosis, da lugar a dos células hijas con la misma información genética que la célula madre. De este modo, la célula se ha reproducido asexualmente.
Teniendo en cuenta como se divide la célula, podemos encontrar variaciones en la división celular.
En el caso de los seres pluricelulares, se suelen formar estructuras especiales que crecen, ya sea unidas al progenitor, ya sea separadas, y forman individuos iguales al progenitor, un ejemplo, es la estrella de mar, de ella se desprende una de sus extremidades y posteriormente de esta se forma un nuevo ser, y el animal progenitor regenera su miembro perdido.
La fragmentación es la formación de unidades reproductoras de manera casual. Ocurre, sobre todo, en plantas, algas y hongos. Además de este sistema, los seres pluricelulares emplean otros mecanismos más especializados.
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