La sucesión de las cuatro estaciones es un fenómeno que se produce en muchas partes de nuestro planeta. De una estación a otra varían las horas del sol, la temperatura, las precipitaciones (lluvia), el viento, las corrientes ... Los cambios estacionales suelen originar importantes modificaciones en los paisajes, como, por ejemplo, las que suceden por la perdida de las hojas de los árboles en el invierno o la aparición de las flores en primavera.
Los organismos que abitan los ecosistemas han de hacer frente a estos cambios. Uno de los factores que varían de una estación a otra es la producción primaria, que depende de la disponibilidad de nutrientes, de la humedad y de las horas de luz. Los organismos consumidores han de adaptar su ciclo vital al de los productores, y acumular energía en las épocas de abundancia, a fin de sobrevivir en la de escasez. Las plantas y animales tienen normalmente ritmos de reproducción anuales.
Las especies vegetales florecen en épocas determinadas y muestran distinta apariencia a lo largo del año. La floración se desencadena cuando hay un determinado número de horas de luz y oscuridad al día.
Muchas de las adaptaciones de las plantas guardan relación con la existencia de una estación desfavorable, durante la cual no es posible el crecimiento. Puede deberse a la falta de agua, al frío, a la escasez de horas de luz ... Por tanto, las plantas crecen durante la estación favorable y detienen su crecimiento o, incluso, mueren cuando llega la estación desfavorable.
Los animales también deben adaptarse a cambios estacionales, igual que las plantas. Y como ellas, han de adaptarse a las temperaturas extremas, la sequedad, etc. Además, deben adaptar sus ciclos a los de las plantas, de las que se alimentan, ya sea directa o indirectamente.
Una peculiaridad de los animales, que determina sus adaptaciones, es la capacidad de desplazarse libremente, muy extendida en todo el reino animal.
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