La última fase hacia 1820, la situación política de Nueva España era terriblemente complicada, los bandoleros y las guerrillas asolaban su territorio, la producción casi estancada y las conspiraciones estaban a la orden del día. las razones del caos eran comprensibles en España, Fernando VII luego de levantamientos y presiones terminó por jurar la Constitucion de Cadis y convoco a la elección de las Cortes. Las colonias estaban obligadas a seguir el mismo camino, pero esta ruta no era del agrado de todos: el alto clero y la burocracia peninsular temían que el gobierno liberal cancelara sus privilegios.
Así, los sectores temerosos de las consecuencias de la Constitución de Cadis iniciaron una conspiración en la profesa e invitaron a Agustín de Iturbide a sumarse a sus planes.
La invitación no era resultado de la casualidad Iturbide era uno de los militares con mayor fama y poder dentro de las fuerzas realistas, aunque se había retirado temporalmente para madurar una idea: la independencia solo podría alcanzarse si se unian los ejercitos insurgentes y las tropas virreinales.
Como Iturbide conocía bien a la sociedad novohispana, comenzó a sopesar el apoyo que podrían prestarle los distintos grupos de poder, sin embargo le hacia falta recuperar el mando de las tropas. Para su suerte, el virrey Apodaca le confío el mando de una parte del ejercito realista y le otorgo la encomienda de derrotar a Vicente Guerrero en las montañas del sur. La oportunidad de lograr su objetivo estaba al alcance de sus manos.
La consumación de la independencia gracias a la unión de las fuerzas realistas e insurgentes también rondaba a Vicente Guerrero. Los años de aislamiento y lucha sin posibilidad de alcanzar la victoria definitiva lo habían conducido a esta idea.
Así, cuando las tropas de Iturbide llegaron a la región, los combates quedaron casi pospuestos y fueron sustituidos por un incesante intercambio de cartas entre Iturbide y Guerrero.
En la primera carta, fechada en 1821, Iturbide transcribió la oferta de indulto realizada por Apodaca. Guerrero se negó a aceptarla por lo que Iturbide termino por invitarlo a que se entrevistara con el para concretar las condiciones de una alianza de fuerzas que permitiera la consumación de la independencia. Guerrero se negó a aceptar la propuesta, hasta que, al final, cedió a la petición de Iturbide. A pesar de que se ignora la fecha exacta en la que se llevaron a cabo las negociaciones entre Guerrero e Iturbide, si conocemos sus resultados: las fuerzas se unirían para formar el ejercito trigarante, el cuál sería comandado por el jefe realista, y apoyar el plan de iguala, que recogía los anhelos de representación de los criollos, las ideas de igualdad e independencia de los insurgentes, el liberalismo de Mina y la promesa de unión con los españoles avecindados en el virreinato.
Mientra esto ocurría, las cortes españolas nombraron a Juan O'Donojú jefe político de Nueva España. Al llegar al virreinato O'Donojú llego a una conclusión: la única manera de salvar los vínculos de España con su colonia era ligándola con la casa reinante por esta razón suscribió los tratados de Córdoba con Iturbide, en los que se reconocía la independencia y garantizaba que la nueva nación ofrecería su corona a quien las cortes del imperio designen. La independencia era una realidad y el 27 de septiembre de 1821 las tropas del ejercito trigarante entraron en la Ciudad de México.
Los saldos de la guerra de independencia de México
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